domingo, 13 de enero de 2019

TRISTÁN Y LANZAROTE: DE AMOR Y CORTE



            Desde que Gaston Paris bautizó –hace ya más de un siglo– las relaciones de Lanzarote y Ginebra con el nombre de "amor cortés",[1] este concepto ha provocado más de un problema. El nombre, desde luego, es sugestivo: "amor cortés" nos habla, a la vez que de emociones, de refinamiento, de cortesía y de un sistema de vida capaz de producir el ocio suficiente para permitir un complejo juego interpersonal en el que cada paso de la relación amorosa es un pretexto para hacer evidente el dominio de un código especí­fico de comportamiento por parte de los involucrados. Pocos términos pueden demandar una recepción que parezca más adecuada, pues al referirnos a un affaire sostenido con los usos del amor cortés no podemos dejar de evocar que los amantes muestran que conocen las convenciones de un tipo de sociedad y así demuestran que pertenecen a una elite que es la única que puede darse el lujo de jugar ese entretenimiento cortés. ¿Pero, en realidad, de qué hablamos cuando nos referimos al "amor cortés"?

            Paris acuñó el término "amor cortés" en un estudio que hiciera sobre Le chevalier à la charrette, roman que narra las aventu­ras de Lanzarote al acudir en auxilio de la secuestrada Ginebra. El protagonista, revelado poco a poco como el mejor caballero del mundo, experi­menta por la reina un sentimiento que "est une sorte de fascina­tion et en même temps d'idolâtrie qui ne le laisse maître, en dehors de ce sentiment, d'acune partie de son être"­.[2] Las relaciones que sostienen son, como bien lo señaló Paris, ilegales adúlteras, ya que, según los usos de la época, el amor entre esposos es imposi­ble[3] e inciertas Lanzarote jamás puede tener incondicionalmente el amor de la reina, ni aspirar a que ella le pertenezca por completo. Así, resulta evidente que en Le chevalier à la charret­te el amante se encuentra en una posición de inferio­ri­dad con respecto de la amada,[4] que ella, por su parte, aunque lo ama sinceramen­te, aparece como despótica, caprichosa e injusta,[5] y que el valor del caballero y sus hechos de armas son el único camino válido para llegar a su amada. Para Paris el roman inaugura en la literatura estas maneras de amar y es posible que fueran ellas las que apoyaron el éxito de ese recién llegado caba­llero al mundo artúrico.[6]


           Ahora bien, el trabajo de Paris, su definición misma de "amor cortés", responde ajustadamente al roman de Chrétien de Troyes;[7] sin embargo, cobijar bajo una sola etiqueta y un mismo e inva­ria­ble conjun­to de recetas, no sólo a distin­tos textos que se produjeron al calor de estéticas diferentes e incluso en épocas bastante lejanas puede resultar ya un problema espinoso. Una somera comparación entre textos contemporáneos y casi coterráneos tal vez pueda ayudar a explicarme.
            Durante años, tal vez durante siglos, se ha intentado hacer un parangón entre la historia de Lanzarote y Ginebra y la de Tristán e Iseo, equiparándolas de tal manera que casi hemos visto desapa­recer la distancia entre ellas y considerar que representan una sola forma de concebir el amor.[8] Sin embargo, y aunque un análi­sis apenas atento de ambas basta para hacer aparecer no sólo las diferencias específicas sino las abiertas oposiciones que entre ellas se pueden encontrar, hay en el corpus de narraciones sobre Tristán e Iseo una parte llamada generalmente "versiones corte­ses"[9] que se asegura guarda semejanzas de fondo con las relaciones de Lanzaro­te y Ginebra.[10]
            Es posible que resultara una mera trampa o una salida fácil comparar los amores de Lanzarote y Ginebra con los de los amantes que presentan Béroul o Eilhart, aduciendo características que efecti­vamente se muestran en extremo ajenas a los modos de la cortesía y el fine amour, para mostrar cuan disímbolos son en efecto en ambas historias.[11] Pero, tal vez una comparación de los textos "cor­te­ses" con el epítome del amor cortés haga que la cues­tión sea un poco más compli­cada.[12]
 
            Del Tristan de Thomas conocemos solo aproximadamente la sexta parte del poema comple­to, el cual ha podido ser reconstruido gracias a las versiones derivadas de él: la de Gottfried von Strassburg, la Tristrams Saga y el Sir Tristem.[13] Existen indicios sufi­cientes para creer que el texto fue muy admirado en la corte de los Plantagê­net y que su autor, que se nombra a sí mismo en los versos 2134 y 3127 de su poema,[14] vivió ahí bajo el patronazgo de Enrique II, Elinor de Aquita­nia u otro miembro de su familia. Ha sido posible reconocer la influen­cia que el Brut de Wace ejerció sobre su estilo, y con base en esta filiación y las relaciones que el Cligés de Chrétien presen­ta con este poema, se ha especu­lado como fecha tentativa de su elaboración 1155‑1160, esto es, posterior al Brut y anterior al Cligés.
            Si consideramos como válidos los planteamientos de Gaston Paris acerca de que el origen del "amor cortés" está en el texto de Chrétien sobre Lanzarote y Ginebra y recordamos que es muy posible que aunque Chrétien de Troyes escribiera sus poemas entre 1150 y 1190, segura­mente Le chevalier à la charrette es poste­rior a Cligés; de ser verdad la datación del poema de Thomas resulta­ría evidente que, o bien su Tristan no podría mostrar un ejemplo de "amor cortés", por ser "anacrónico", o que las relaciones entre los amantes de Cornualles deberían ser las primeras que dentro del roman podrían considerarse dentro de ese paradigma que llamamos "amor cor­tés".
            En efecto, hay razones para considerar el amor de Tristán e Iseo como cortés, en el Tristan de Thomas el conflicto del fine amour y la fideli­dad del vasallo encuentra su más alto punto: los amantes se debaten entre el honor, el amor y la ley. Thomas crea la imagen del rey Marc, noble, doliente y generoso, que ama tanto a su esposa como a su sobrino y que sigue amándolos aun cuando los condena. La tragedia preexistente en los textos celtas, incluso si no se piensa en un arquetipo  se idealiza y profun­diza merced a la pintura sicológi­ca, en la que se ahonda en las dudas y debates del amor y la lealtad y que convierten la vida de los amantes y sus cónyuges en un continuo tormento. En la "ver­sión cortés" de Tristán e Iseo se hace la verdadera historia de "amor y muerte" de la que habla Denis de Rougemont,[15] en la que se exalta el amor‑pasión en su senti­do más elevado; una pasión a la vez trágica y que procede de la voluntad, simbolizada por el filtro, pero que sólo puede conducir a la muerte.

            Sin embargo, a pesar de ello, no se puede negar que el tema mismo del Tristán no se acomoda con facilidad a las reglas del amor cortés. Como señalara Jean Frappier: « Si la conception de l'amour irrésistible et tout-puissant se trouve en affinité avec la doctrine de la fine amor [...], une antinomie oppose l'amour-passion et l'amour fatal de Tristan et d'Iseut á l'idée courtoise d'une amour d'élection où ne s'annihi­lent pas raison et volonté ».[16]
         Por más que los autores corteses minimizan el efecto del filtro Godofredo de Estrasburgo marca el inicio del amor antes del tranc von minnen no pueden negar que es su fuerza la que empuja a los amantes a entregarse al amor y exponerse a los mayores peli­gros y vergüenzas. Y aunque el filtro simbolice la voluntad de los amantes de entregarse libremente, siempre perma­nece la noción de embriaguez y alienación relacionada con su amor. Condiciones ajenas por completo a las relaciones de Lanzarote y Ginebra, siempre cons­cientes de su juego de amor.
            En la historia de Tristán e Iseo pareciera que los valores que dominan el mundo cortés no dejan lugar para el derecho natural de ese eros violento e ilógico que domina la historia celta; es por ello que se ha dicho que la diferencia­ción entre las dos versio­nes de la historia se ha hecho a la ligera, ya que para los autores de la "versión común" esa pasión es locura, enfermedad y pecado; es decir, aceptan los preceptos del amor cortés y de la ética caballeresca como váli­dos; en oposición a los autores de la "versión cortés", defienden la voluntad de los amantes y propug­nan el derecho de ese amor que rebasa las normas corteses y que opone su verdad individual a la verdad social, rompiendo las escalas de valores presentando como válida una línea de conducta diferente.
            Por otra parte, entre las coincidencias que continuamente se señalan entre la historia de Tristán e Iseo y la de Lanzaro­te y Ginebra se ubica en primer lugar el carácte­r adúltero de sus relaciones rasgo primordial, siguiendo con las tesis de Gaston Paris, para considerarlas dentro del amor cortés,[17] pero ahí también podrían parar estas similitudes: el servicio de amor que Tristán otorga a Iseo no está dirigido a alcanzar una recompen­sa, ni el Tristán de Thomas ni el de Godofredo de Estras­burgo tienen hesitación alguna sobre la naturaleza del recibi­miento de Iseo. El caballero sabe que la reina lo necesita tanto como él a ella.
            Sabemos por textos posteriores a Le chevalier de la charrete que el amor entre Lanzarote y Ginebra es un prolongado camino en el que los pasos se dan sin apresuramiento, cumpliendo cada uno de los estadios que se requieren para demostrar la pericia en el arte de amar. En el roman de Chrétien, esta relación ya está establecida, es un hecho conocido, al contrario de los amantes de Cornua­lles, las dudas y conflictos emocio­nales de Ginebra o Lanzaro­te son apenas de carácter formal y se dirigen a la relación en sí, no a su característica de adulterio. Su amor es culpable, lo sabemos por la reac­ción de los demás, pero para ellos este hecho no plantea ningún obstáculo ni presenta proble­mas. Ellos, por elección libre y sin justificaciones mágicas, deciden compartir su lecho y, después, lavan su honor con la fuerza del brazo de Lanzarote la proeza al servicio del amor; Tristán e Iseo no pueden cubrir su falta de la misma manera, Tristán a pesar de su probado valor como caballero no puede ser el caballero de Iseo, los amantes no pueden escudarse en la fuerza y habilidad de Tristán que vendrían a ser la salida honorable ­deben recurrir al engaño y a la trampa. Sin embargo, no son los únicos: los episodios del descubrimiento público de los amantes podrían verse como parecidos: ambos se producen por la sangre que delata que el caballero, recién herido, se ha acercado a la dama. Pero es posible que el paralelo termine ahí: Tristán e Iseo son expuestos públicamente y sólo pueden salvarse mediante el jura­mento ambiguo de Iseo,[18] ya que a ellos les está vedado el combate de Tristán por su buen nombre. La acusación directa de la culpabilidad de Tristán y la incapacidad de algún caballero para sostener la acusación, la acción de Marc de convocar a cortes ante la imposibilidad de optar por ninguna solución digna. En el texto de Chrétien, Gine­bra es acusada de cometer adulte­rio con Keu, el senescal, así, la pelea que ofrece librar Lanza­rote por su buen nombre no sólo está justificada por las habili­dades de éste, sino por la verdad de una declaración igualmente engañosa: Lanzarote jura sobre unas reliquias que Keu jamás ha gozado de la reina y por eso luchará por su honor.[19] Este es un rasgo que podría ayudar para esta­ble­cer uno de estos parangones ambiguos entre ambas relacio­nes.
            Sin embargo, Lanzarote jamás se separa de su carácter de buen caballero, menos aún de su característica de caballero, pero Tristán parece no tener los mismos escrúpulos. A pesar de que pareciera obvio que en las versio­nes "corteses" el héroe no se rebaja a convertirse en un proscrito en el bosque de Morois (un auténtico salvaje que loco de amor por el filtro que lo une a Iseo que es capaz de permitir que Iseo comparta sus penalidades y la rapta para huir juntos)[20], no obsta su carácter de caballero cortés para que, deses­perado por no poder ver a su amiga, decida disfrazarse de loco y con su hermoso pelo rubio rapado, sucio y vestido de pieles se presente en la corte de Marc para represen­tar una comedia digna de cualquier fabliaux.[21]
            Sin embargo, ¿qué se necesita entonces para ser cortés?, ¿serían o no corteses los Tristanes de Thomas o de von Strass­burg? Pienso que no se puede aplicar un concepto rígido a obras vivas y diversas, que tan "cortés" es la relación de Lanzarote y Ginebra como la de Tristán e Iseo.[22] Como señalé antes, el ambiente cortesano y galante de la corte normanda hizo nacer cortés al roman, y reducir el concepto de Gaston Paris a las características que él señaló para una obra específica, puede resultar anquilosado.
            Para concluir, a pesar de las diferencia sustanciales que puedan presentarse entre los amores de Lanzarote y Ginebra de tema novedoso y sens dictado por un momento específico, con­side­rados desde todo punto de vista y sin dudas como "amor cortés", y los de Tristán e Iseo, fruto de una largo y muchas veces intrincado camino de continuas refundiciones en distintas direcciones, no puede soslayarse que esta historia encontró en Thomas de Inglaterra la ruta para hacerse cortés.
            Pocos autores estuvieron tan conscientes de las modas y de los problemas que planteaba la nueva forma de "hacer la corte" como Thomas. Si Thomas no consiguió un roman de alegría y juego posiblemente fue porque la materia tristaniana, en este momento, aún no se fundía con la artúrica llena ya de ligereza y aventura y sobre ella pesaba la sombra de la tragedia celta; sin embargo, Thomas construyó sobre esa estructu­ra un sentido diferente que otorgaba a los personajes un carácter totalmente nuevo: el de amantes corteses. De alguna manera, la materia tristaniana, tan ajena en esencia a los presupuestos del amor cortés, se adaptó a esta nueva moda fuera por el camino de hacer simbólico el efecto del filtro o por los refinamientos que insufló en sus personajes e influyó, incluso más que Le chevalier de la Charrete, en la difusión de las maneras corteses de enamorar.




     [1] Véase "Etudes sur les romans de la Table ronde. Lancelot du Lac. II. Le conte de la Charrete", Romania (Paris), 12 (1883), 419-534.
     [2] Ibid., p. 517.
     [3] Este es uno de los puntos más debatidos cuando se usa el concepto de "amor cortés". En realidad, parece probable que esta cuestión fue influencia provenzal, pero defendida en los contex­tos de lengua de oïl a excepción de la corte champañesa de Enrique I, el liberal, esposo de Marie, hija mayor de Aelinor de Aquita­nia, y en contadas ocasiones en la anglo-normanda de Enrique II Plantagênet, y en el caso específico del Chevalier de la Charrete, amén de ser un tema sugerido ya con su sentido por la propia Marie de Champa­ña, la defensa del amor adúltero es una excepción dentro de la obra de Chrétien.
     [4] No sólo se trata de la relación de vasallaje que existe entre Lanzarote y Arturo, esposo de su señora, sino que la reina es y se comporta como auténtica "señor" del caballero, de manera tal que basta una orden suya para que el caba­llero casi se deje matar para demostrar sumisión a sus de­seos.
     [5] En realidad, como lo señala Paris, gran parte de estas actitudes femeninas son parte del juego de amor que exige el honor y la fama del caballero para que sea digno del don de amor. Las exigencias de Ginebra no sólo sirven para demostrar su poder absoluto sobre Lanzarote, sino que lo impulsan a mostrarse aún más valiente y atrevido, y a perfeccionar su cortesía.
     [6] Efectivamente, puede decirse que Le chevalier à la cha­rrette tuvo gran éxito y popularizó dentro del roman el fin amour, pero no es posible descuidar que las primeras manifesta­ciones narrativas de este nuevo arte de amar pertenecen a romans de materia de Roma como el Eneas o el Roman de Thèbes. En reali­dad, el roman, nacido en la corte anglo-normanda de los Planta­gent, nació cortés; su evolución y el desarrollo de los distintos conceptos que ya aparecen en los romans de materia antigua se dan en los de materia de Bretaña, pero continúa sobre caminos ya trazados. Véase mi trabajo “Entre la historia y la ficción. Las materias narrativas medievales”, Fuentes humanísticas 14.25-26 (2002-2003), pp. 73-83.
     [7] Por otra parte, los textos medievales prefieren fin'amour. Sólo Peire de Alverna usó una expresión semejante a amor cortés: cortez'amors. Estamos, pues, ante un calificativo moderno por más que sea centena­rio, no medieval.
     [8] De la misma manera que en los primeros documentos de materia artúrica no se menciona a Tristán de Leonís sino en contadas ocasiones o en alusiones más o menos veladas, en los prime­ros textos sobre Tristán e Iseo el mundo artúrico apenas aparece y el tristaniano es una estruc­tura cerrada y autónoma. Sin embargo, en el Tristán en prosa o en la Post Vulgata no sólo se encuentran en contacto ambos mundos sino que la materia trista­niana se encuen­tra equipa­rada y "modernizada" totalmen­te con la artúrica, de tal manera que es casi imposi­ble encontrar diferen­cias esenciales entre el Tristán de la prosa y Lanzarote u otro caballero artu­riano. Aun más, en los textos derivados del Roman de Tristan en prosa, Lanzarote deviene en el mejor amigo de Tristán, el único que reconoce como su par y al que acude para soco­rrerlo o solicitar su ayuda. Por su parte, en los textos en prosa, Ginebra e Iseo se transfor­man en grandes amigas, se aconsejan mutuamente sobre sus amigos e incluso hacen compe­tencias entre sí para decidir cuál de ellos es el más bello o el más valiente.
     [9] Es tradicional dividir los Tristanes en dos grandes grupos que se han llamado "versión común" y "versión cortés". A la llamada "versión común", o "versión de juglares", pertenecen los manuscri­tos de Béroul y Eilhart, la Folie de Berna, los episodios que aparecen en Le donnei des amants, y se ha dicho que los textos derivados del roman en prosa. Por su parte, la "versión cortés" de la histo­ria se encuentra representada por el texto de Thomas y los que derivan de él: la Tristrams Saga noruega, el Tristan und Isolt de Gottfried von Strassburg, la Folie de Oxford y el Sir Tristem.
     [10] En este momento prefiero no entrar en discusiones sobre la pertinencia de considerar corteses los textos normalmente llama­dos "comunes" basándose en los conceptos de amor-pasión y amor fatal. Existe una vigorosa discusión sobre el tema a raíz de los cuestio­namientos que a las ideas de Bédier expresa­das sobre todo en su edición del poema de Tho­mas han hecho especia­listas general­mente seducidos por el "encanto céltico" de la leyen­da" como Anthime Fou­rrier (Le courant réaliste dans le roman courtois en France du Moyen‑A­ge. I. Les de­buts (XIIe siè­cle), Nizet Edi­teur, Pa­ris, 1960), Pierre Le Gentil ("La lègende de Tristan vue par Béroul et Thomas, Essai d'interpreta­tion", Romance Philology, VII (1953-1954), pp. 111-129) o Pierre Jonin (Les personnages fémi­nins dans les romans de Tristan au XIIe siècle: Etude des in­fluences contemporai­nes, Gap, Ophrys, Aix, 1958); aunque hay una amplia bibliogra­fía al respec­to. Un buen resumen de la cuestión puede leerse en el artículo de Jean Frappier "Structure et sens du Tristan: version commu­ne, version courtoise", Cahiers de la Civilisation Mediéval, VI (1963), pp. 225‑280 y 441‑454. Para mí, tanto el amor-pasión como el amor-fatal pueden ser parte del fin'amour, depende de su tratamiento y entorno, el problema puede residir en el hecho que los amantes (de hecho la mayor parte de los personajes) de la versión común no son tan corteses como para poder considerarse “amor cortés”.
     [11] Considero que en ningún texto de la versión "común" de Tristán e Iseo existe la concordancia esencial del caballero, es decir, amor y caballe­ría. El Tristán amante es o bien un proscrito en el Morois, un rebelde retirado de la vida caballe­resca, o no es un caballero y debe ocultar su identidad bajo un disfraz. El Tristán caballero, leal y cortés, no puede cumplir el papel de amador, sus acciones implican el abandono de los ideales de la caballe­ría, son la negación de la ética cortés en la cual el amor es el motor de la proeza caballeresca. En estos textos la pasión de Tristán e Iseo es un desafío a las leyes del mundo cortés, la muerte de los protago­nistas parece una victoria de ese mundo sobre el amor anarquista; pero con el surgimiento, sobre sus tumbas, de las plantas que perpetúan la imagen del abrazo de los amantes, se convierte en un símbolo del poder del amor.
     [12] Prefiero limitarme a los textos en verso: los Tristanes de Thomas y Godofredo de Estrasburgo, por un lado, y el Caballero de la carreta, por el otro, ya que como marqué arriba, en las novelas en prosa ambas historias han sufrido una evolución que las equipara y no permite un análisis adecuado. Por otra parte, los textos corteses del Tristán son los que mayor autonomía tienen con respecto al mundo artúrico y reelaboran muchos de los sentidos de la obra.
     [13] Thomas, Le roman de Tristan, poème du XIIe siècle, ed. Joseph Bédier, Firmin Didot, Paris, 1902‑1905. El primer tomo es el texto, y el segundo, el estudio de Bédier.
     [14] Thomas, Tristan et Iseut, en: Les Tristan en vers: Tristan de Béroul, Tristan de Thomas; Folie Tristan de Berna; Folie Tris­tan de Oxford; Chèvrefuille de Marie de France. Edi­tion nouvelle comprenant texte, traduction, notas critiques, biblio­graphie et notes par Jean Charles Payen, Garnier Frè­res, Paris, 1974, pp. 211 y 328.
     [15] Amor y Occidente, Leyenda, México, 1945.
     [16] "Vues sur les conceptions courtoises dans les littératu­res d'oc et d'oïl au XIIe siècle", en su libro Amour courtois et Table Ronde, Droz, Genève, 1973, pp. 17-18.
     [17] Y aquí debe apuntarse, como ya lo hice arriba, que esta caracte­rística en el propio Chrétien es prácticamente exclusiva de Le chevalier à la Charrete y que muy posiblemente se deba al influjo ejercido en él y en Andrés el Capellán por la moda amatoria de la corte de Marie de Champagne, quien declara­ba enfáticamente que el amor entre cónyuges era imposible y que era necesaria la inseguridad del amante ante la amada para el buen funcionamiento de una relación.
     [18] Cf. G. von Strassburg, Tristán e Isolda, ed. Bernd Dietz, Editora Nacional, Madrid, 1982, pp. 291-302.
     [19] Cf. Chrétien de Troyes: El caballero de la carreta, ed. Luis Alberto de Cuenca y Carlos García Gual, Alianza, Madrid, 1983, pp. 94-102.
     [20] Véase mi artículo "El loco salvaje de la literatura artúrica", Anuario de Letras Modernas, 5 (1991-1992), pp. 11-23.
     [21] La Folie Tristan de Oxford, considerada desde siempre como uno de los más refinados textos de la "versión cortés", narra con detalle no sólo el disfraz de Tristán sino las humilla­ciones que soporta para entrar en la corte y las alusiones, en ocasiones lindantes con lo soez, a la relación que mantiene con la esposa del rey Marc.
     [22] Podría yo referir tan sólo que se revisaran los compli­cados razonamientos de amor que plantea Tristán cuando su matri­monio con Iseo de las Blancas Manos o a la actitud de Iseo cuando arranca el cascabel de Petit-creui para que nada distraiga su pena de amor. Cf. Thomas, op. cit., pp. 178-181 y G. von Strass­burg, op. cit., pp. 311-312.

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