Desde que Gaston Paris bautizó –hace ya más de un siglo– las relaciones de Lanzarote y Ginebra con el nombre de "amor cortés",[1] este concepto ha provocado más de un problema. El nombre, desde luego, es sugestivo: "amor cortés" nos habla, a la vez que de emociones, de refinamiento, de cortesía y de un sistema de vida capaz de producir el ocio suficiente para permitir un complejo juego interpersonal en el que cada paso de la relación amorosa es un pretexto para hacer evidente el dominio de un código específico de comportamiento por parte de los involucrados. Pocos términos pueden demandar una recepción que parezca más adecuada, pues al referirnos a un affaire sostenido con los usos del amor cortés no podemos dejar de evocar que los amantes muestran que conocen las convenciones de un tipo de sociedad y así demuestran que pertenecen a una elite que es la única que puede darse el lujo de jugar ese entretenimiento cortés. ¿Pero, en realidad, de qué hablamos cuando nos referimos al "amor cortés"?
Paris
acuñó el término "amor cortés" en un estudio que hiciera sobre Le
chevalier à la charrette, roman que narra las aventuras de
Lanzarote al acudir en auxilio de la secuestrada Ginebra. El protagonista,
revelado poco a poco como el mejor caballero del mundo, experimenta por la
reina un sentimiento que "est une sorte de fascination et en même temps
d'idolâtrie qui ne le laisse maître, en dehors de ce sentiment, d'acune partie
de son être".[2]
Las relaciones que sostienen son, como bien lo señaló Paris, ilegales ─adúlteras, ya que, según los usos de la época, el
amor entre esposos es imposible─[3] e inciertas ─Lanzarote jamás puede tener incondicionalmente el
amor de la reina, ni aspirar a que ella le pertenezca por completo. Así,
resulta evidente que en Le chevalier à la charrette el amante se
encuentra en una posición de inferioridad con respecto de la amada,[4] que
ella, por su parte, aunque lo ama sinceramente, aparece como despótica,
caprichosa e injusta,[5] y que el
valor del caballero y sus hechos de armas son el único camino válido para llegar
a su amada. Para Paris el roman inaugura en la literatura estas maneras
de amar y es posible que fueran ellas las que apoyaron el éxito de ese recién
llegado caballero al mundo artúrico.[6]
Ahora
bien, el trabajo de Paris, su definición misma de "amor cortés",
responde ajustadamente al roman de Chrétien de Troyes;[7] sin
embargo, cobijar bajo una sola etiqueta y un mismo e invariable conjunto de
recetas, no sólo a distintos textos que se produjeron al calor de estéticas
diferentes e incluso en épocas bastante lejanas puede resultar ya un problema
espinoso. Una somera comparación entre textos contemporáneos y casi coterráneos
tal vez pueda ayudar a explicarme.
Durante
años, tal vez durante siglos, se ha intentado hacer un parangón entre la
historia de Lanzarote y Ginebra y la de Tristán e Iseo, equiparándolas de tal
manera que casi hemos visto desaparecer la distancia entre ellas y considerar
que representan una sola forma de concebir el amor.[8] Sin
embargo, y aunque un análisis apenas atento de ambas basta para hacer aparecer
no sólo las diferencias específicas sino las abiertas oposiciones que entre
ellas se pueden encontrar, hay en el corpus de narraciones sobre Tristán e Iseo
una parte ─llamada generalmente "versiones corteses"─[9] que se asegura guarda semejanzas de fondo con las
relaciones de Lanzarote y Ginebra.[10]
Es
posible que resultara una mera trampa o una salida fácil comparar los amores de
Lanzarote y Ginebra con los de los amantes que presentan Béroul o Eilhart,
aduciendo características que efectivamente se muestran en extremo ajenas a
los modos de la cortesía y el fine amour, para mostrar cuan disímbolos
son en efecto en ambas historias.[11] Pero,
tal vez una comparación de los textos "corteses" con el epítome del
amor cortés haga que la cuestión sea un poco más complicada.[12]
Del
Tristan de Thomas conocemos solo aproximadamente la sexta parte del
poema completo, el cual ha podido ser reconstruido gracias a las versiones
derivadas de él: la de Gottfried von Strassburg, la Tristrams Saga y el Sir
Tristem.[13]
Existen indicios suficientes para creer que el texto fue muy admirado en la
corte de los Plantagênet y que su autor, que se nombra a sí mismo en los
versos 2134 y 3127 de su poema,[14] vivió
ahí bajo el patronazgo de Enrique II, Elinor de Aquitania u otro miembro de su
familia. Ha sido posible reconocer la influencia que el Brut de Wace
ejerció sobre su estilo, y con base en esta filiación y las relaciones que el Cligés
de Chrétien presenta con este poema, se ha especulado como fecha tentativa de
su elaboración 1155‑1160, esto es, posterior al Brut y anterior al Cligés.
Si
consideramos como válidos los planteamientos de Gaston Paris acerca de que el
origen del "amor cortés" está en el texto de Chrétien sobre Lanzarote
y Ginebra y recordamos que es muy posible que aunque Chrétien de Troyes escribiera
sus poemas entre 1150 y 1190, seguramente Le chevalier à la charrette
es posterior a Cligés; de ser verdad la datación del poema de Thomas
resultaría evidente que, o bien su Tristan no podría mostrar un ejemplo
de "amor cortés", por ser "anacrónico", o que las
relaciones entre los amantes de Cornualles deberían ser las primeras que dentro
del roman podrían considerarse dentro de ese paradigma que llamamos
"amor cortés".
En
efecto, hay razones para considerar el amor de Tristán e Iseo como cortés, en
el Tristan de Thomas el conflicto del fine amour y la fidelidad
del vasallo encuentra su más alto punto: los amantes se debaten entre el honor,
el amor y la ley. Thomas crea la imagen del rey Marc, noble, doliente y
generoso, que ama tanto a su esposa como a su sobrino y que sigue amándolos aun
cuando los condena. La tragedia ─preexistente en los textos celtas, incluso si no se piensa en un
arquetipo─ se idealiza y profundiza
merced a la pintura sicológica, en la que se ahonda en las dudas y debates del
amor y la lealtad y que convierten la vida de los amantes y sus cónyuges en un
continuo tormento. En la "versión cortés" de Tristán e Iseo se hace
la verdadera historia de "amor y muerte" de la que habla Denis de
Rougemont,[15]
en la que se exalta el amor‑pasión en su sentido más elevado; una pasión a la
vez trágica y que procede de la voluntad, simbolizada por el filtro, pero que
sólo puede conducir a la muerte.
Sin
embargo, a pesar de ello, no se puede negar que el tema mismo del Tristán
no se acomoda con facilidad a las reglas del amor cortés. Como señalara Jean Frappier: « Si la conception de l'amour
irrésistible et tout-puissant se trouve en affinité avec la doctrine de la fine
amor [...], une antinomie oppose l'amour-passion et l'amour fatal de
Tristan et d'Iseut á l'idée courtoise d'une amour d'élection où ne s'annihilent
pas raison et volonté ».[16]
Por más que los autores corteses minimizan el efecto
del filtro ─Godofredo de Estrasburgo marca el inicio del amor antes del tranc
von minnen─ no pueden negar que es su fuerza la que empuja a los amantes a
entregarse al amor y exponerse a los mayores peligros y vergüenzas. Y aunque
el filtro simbolice la voluntad de los amantes de entregarse libremente,
siempre permanece la noción de embriaguez y alienación relacionada con su amor.
Condiciones ajenas por completo a las relaciones de Lanzarote y Ginebra,
siempre conscientes de su juego de amor.
En
la historia de Tristán e Iseo pareciera que los valores que dominan el mundo cortés
no dejan lugar para el derecho natural de ese eros violento e ilógico que
domina la historia celta; es por ello que se ha dicho que la diferenciación
entre las dos versiones de la historia se ha hecho a la ligera, ya que para
los autores de la "versión común" esa pasión es locura, enfermedad y
pecado; es decir, aceptan los preceptos del amor cortés y de la ética
caballeresca como válidos; en oposición a los autores de la "versión
cortés", defienden la voluntad de los amantes y propugnan el derecho de
ese amor que rebasa las normas corteses y que opone su verdad individual a la
verdad social, rompiendo las escalas de valores presentando como válida una
línea de conducta diferente.
Por
otra parte, entre las coincidencias que continuamente se señalan entre la
historia de Tristán e Iseo y la de Lanzarote y Ginebra se ubica en primer
lugar el carácter adúltero de sus relaciones ─rasgo primordial, siguiendo con las tesis de Gaston
Paris, para considerarlas dentro del amor cortés─,[17] pero
ahí también podrían parar estas similitudes: el servicio de amor que Tristán
otorga a Iseo no está dirigido a alcanzar una recompensa, ni el Tristán de
Thomas ni el de Godofredo de Estrasburgo tienen hesitación alguna sobre la
naturaleza del recibimiento de Iseo. El caballero sabe que la reina lo
necesita tanto como él a ella.
Sabemos
por textos posteriores a Le chevalier de la charrete que el amor entre
Lanzarote y Ginebra es un prolongado camino en el que los pasos se dan sin
apresuramiento, cumpliendo cada uno de los estadios que se requieren para
demostrar la pericia en el arte de amar. En el roman de Chrétien, esta
relación ya está establecida, es un hecho conocido, al contrario de los amantes
de Cornualles, las dudas y conflictos emocionales de Ginebra o Lanzarote son
apenas de carácter formal y se dirigen a la relación en sí, no a su
característica de adulterio. Su amor es culpable, lo sabemos por la reacción
de los demás, pero para ellos este hecho no plantea ningún obstáculo ni
presenta problemas. Ellos, por elección libre y sin justificaciones mágicas,
deciden compartir su lecho y, después, lavan su honor con la fuerza del brazo
de Lanzarote ─la proeza al servicio del amor─; Tristán e Iseo no pueden cubrir su falta de la
misma manera, Tristán ─a pesar de su probado valor como caballero─ no puede ser el caballero de Iseo, los amantes no
pueden escudarse en la fuerza y habilidad de Tristán ─que vendrían a ser la salida honorable─ deben recurrir al engaño y a la trampa. Sin
embargo, no son los únicos: los episodios del descubrimiento público de los
amantes podrían verse como parecidos: ambos se producen por la sangre que
delata que el caballero, recién herido, se ha acercado a la dama. Pero es
posible que el paralelo termine ahí: Tristán e Iseo son expuestos públicamente
y sólo pueden salvarse mediante el juramento ambiguo de Iseo,[18] ya que
a ellos les está vedado el combate de Tristán por su buen nombre. La acusación
directa de la culpabilidad de Tristán y la incapacidad de algún caballero para
sostener la acusación, la acción de Marc de convocar a cortes ante la
imposibilidad de optar por ninguna solución digna. En el texto de Chrétien,
Ginebra es acusada de cometer adulterio con Keu, el senescal, así, la pelea
que ofrece librar Lanzarote por su buen nombre no sólo está justificada por
las habilidades de éste, sino por la verdad de una declaración igualmente
engañosa: Lanzarote jura sobre unas reliquias que Keu jamás ha gozado de la
reina y por eso luchará por su honor.[19] Este es
un rasgo que podría ayudar para establecer uno de estos parangones ambiguos
entre ambas relaciones.
Sin
embargo, Lanzarote jamás se separa de su carácter de buen caballero, menos aún
de su característica de caballero, pero Tristán parece no tener los mismos
escrúpulos. A pesar de que pareciera obvio que en las versiones
"corteses" el héroe no se rebaja a convertirse en un proscrito en el
bosque de Morois (un auténtico salvaje que loco de amor ─por el filtro que lo une a Iseo─ que es capaz de permitir que Iseo comparta sus
penalidades y la rapta para huir juntos)[20], no
obsta su carácter de caballero cortés para que, desesperado por no poder ver a
su amiga, decida disfrazarse de loco y con su hermoso pelo rubio rapado, sucio
y vestido de pieles se presente en la corte de Marc para representar una
comedia digna de cualquier fabliaux.[21]
Sin
embargo, ¿qué se necesita entonces para ser cortés?, ¿serían o no corteses los Tristanes
de Thomas o de von Strassburg? Pienso que no se puede aplicar un concepto
rígido a obras vivas y diversas, que tan "cortés" es la relación de
Lanzarote y Ginebra como la de Tristán e Iseo.[22] Como
señalé antes, el ambiente cortesano y galante de la corte normanda hizo nacer
cortés al roman, y reducir el concepto de Gaston Paris a las
características que él señaló para una obra específica, puede resultar
anquilosado.
Para
concluir, a pesar de las diferencia sustanciales que puedan presentarse entre
los amores de Lanzarote y Ginebra ─de tema novedoso y sens dictado por un momento específico─, considerados desde todo punto de vista y sin
dudas como "amor cortés", y los de Tristán e Iseo, fruto de una largo
─y muchas veces intrincado─ camino de continuas refundiciones en distintas direcciones, no puede
soslayarse que esta historia encontró en Thomas de Inglaterra la ruta para
hacerse cortés.
Pocos
autores estuvieron tan conscientes de las modas y de los problemas que
planteaba la nueva forma de "hacer la corte" como Thomas. Si Thomas
no consiguió un roman de alegría y juego posiblemente fue porque la
materia tristaniana, en este momento, aún no se fundía con la artúrica ─llena ya de ligereza y aventura─ y sobre ella pesaba la sombra de la tragedia celta;
sin embargo, Thomas construyó sobre esa estructura un sentido diferente que
otorgaba a los personajes un carácter totalmente nuevo: el de amantes corteses.
De alguna manera, la materia tristaniana, tan ajena en esencia a los
presupuestos del amor cortés, se adaptó a esta nueva moda ─fuera por el camino de hacer simbólico el efecto del
filtro o por los refinamientos que insufló en sus personajes─ e influyó, incluso más que Le chevalier de la
Charrete, en la difusión de las maneras corteses de enamorar.
[3] Este es uno de los puntos más
debatidos cuando se usa el concepto de "amor cortés". En realidad,
parece probable que esta cuestión fue influencia provenzal, pero defendida en
los contextos de lengua de oïl ──a excepción de la corte champañesa de Enrique
I, el liberal, esposo de Marie, hija mayor de Aelinor de Aquitania, y en
contadas ocasiones en la anglo-normanda de Enrique II Plantagênet──, y en el caso específico del Chevalier de la Charrete, amén de ser un
tema sugerido ya con su sentido por la propia Marie de Champaña, la defensa
del amor adúltero es una excepción dentro de la obra de Chrétien.
[5] En realidad, como lo señala
Paris, gran parte de estas actitudes femeninas son parte del juego de amor que
exige el honor y la fama del caballero para que sea digno del don de amor. Las
exigencias de Ginebra no sólo sirven para demostrar su poder absoluto sobre
Lanzarote, sino que lo impulsan a mostrarse aún más valiente y atrevido, y a
perfeccionar su cortesía.
[6] Efectivamente, puede decirse
que Le chevalier à la charrette tuvo gran éxito y popularizó dentro del
roman el fin amour, pero no es
posible descuidar que las primeras manifestaciones narrativas de este nuevo
arte de amar pertenecen a romans de materia de Roma como el Eneas
o el Roman de Thèbes. En realidad, el roman, nacido en la corte
anglo-normanda de los Plantagent, nació cortés; su evolución y el desarrollo
de los distintos conceptos que ya aparecen en los romans de materia
antigua se dan en los de materia de Bretaña, pero continúa sobre caminos ya
trazados. Véase mi trabajo “Entre la historia y la ficción. Las materias
narrativas medievales”, Fuentes
humanísticas 14.25-26 (2002-2003), pp. 73-83.
[8] De la misma manera que en los
primeros documentos de materia artúrica no se menciona a Tristán de Leonís sino
en contadas ocasiones o en alusiones más o menos veladas, en los primeros
textos sobre Tristán e Iseo el mundo artúrico apenas aparece y el tristaniano
es una estructura cerrada y autónoma. Sin embargo, en el Tristán en
prosa o en la Post Vulgata no sólo se encuentran en contacto ambos
mundos sino que la materia tristaniana se encuentra equiparada ─y "modernizada"─ totalmente con la artúrica,
de tal manera que es casi imposible encontrar diferencias esenciales entre el
Tristán de la prosa y Lanzarote u otro caballero arturiano. Aun más, en los
textos derivados del Roman de Tristan en prosa, Lanzarote deviene en el
mejor amigo de Tristán, el único que reconoce como su par y al que acude para
socorrerlo o solicitar su ayuda. Por su parte, en los textos en prosa, Ginebra
e Iseo se transforman en grandes amigas, se aconsejan mutuamente sobre sus
amigos e incluso hacen competencias entre sí para decidir cuál de ellos es el
más bello o el más valiente.
[9] Es tradicional dividir los Tristanes
en dos grandes grupos que se han llamado "versión común" y
"versión cortés". A la llamada "versión común", o
"versión de juglares", pertenecen los manuscritos de Béroul y
Eilhart, la Folie de Berna, los episodios que aparecen en Le donnei
des amants, y se ha dicho que los textos derivados del roman en
prosa. Por su parte, la "versión cortés" de la historia se encuentra
representada por el texto de Thomas y los que derivan de él: la Tristrams
Saga noruega, el Tristan und Isolt de Gottfried von Strassburg, la Folie
de Oxford y el Sir Tristem.
[10] En este momento prefiero no
entrar en discusiones sobre la pertinencia de considerar corteses los textos
normalmente llamados "comunes" basándose en los conceptos de
amor-pasión y amor fatal. Existe una vigorosa discusión sobre el tema a raíz de
los cuestionamientos que a las ideas de Bédier ─expresadas sobre todo en su edición del
poema de Thomas─ han hecho especialistas ─generalmente seducidos por el
"encanto céltico" de la leyenda"─ como Anthime Fourrier (Le courant
réaliste dans le roman courtois en France du Moyen‑Age. I. Les debuts (XIIe siècle), Nizet Editeur, Paris, 1960),
Pierre Le Gentil ("La lègende de Tristan vue par Béroul et Thomas, Essai
d'interpretation", Romance Philology, VII (1953-1954), pp.
111-129) o Pierre Jonin (Les personnages féminins dans les romans de
Tristan au XIIe siècle: Etude des influences contemporaines, Gap, Ophrys,
Aix, 1958); aunque hay una amplia bibliografía al respecto. Un buen resumen
de la cuestión puede leerse en el artículo de Jean Frappier "Structure et
sens du Tristan: version commune, version courtoise", Cahiers
de la Civilisation Mediéval, VI (1963), pp. 225‑280 y 441‑454. Para mí, tanto el amor-pasión
como el amor-fatal pueden ser parte del fin'amour, depende de su
tratamiento y entorno, el problema puede residir en el hecho que los amantes
(de hecho la mayor parte de los personajes) de la versión común no son tan
corteses como para poder considerarse “amor cortés”.
[11] Considero que en ningún texto
de la versión "común" de Tristán e Iseo existe la concordancia
esencial del caballero, es decir, amor y caballería. El Tristán amante es o
bien un proscrito en el Morois, un rebelde retirado de la vida caballeresca, o
no es un caballero y debe ocultar su identidad bajo un disfraz. El Tristán caballero,
leal y cortés, no puede cumplir el papel de amador, sus acciones implican el
abandono de los ideales de la caballería, son la negación de la ética cortés
en la cual el amor es el motor de la proeza caballeresca. En estos textos la
pasión de Tristán e Iseo es un desafío a las leyes del mundo cortés, la muerte
de los protagonistas parece una victoria de ese mundo sobre el amor
anarquista; pero con el surgimiento, sobre sus tumbas, de las plantas que
perpetúan la imagen del abrazo de los amantes, se convierte en un símbolo del
poder del amor.
[12] Prefiero limitarme a los
textos en verso: los Tristanes de Thomas y Godofredo de Estrasburgo, por
un lado, y el Caballero de la carreta, por el otro, ya que como marqué
arriba, en las novelas en prosa ambas historias han sufrido una evolución que
las equipara y no permite un análisis adecuado. Por otra parte, los textos
corteses del Tristán son los que mayor autonomía tienen con respecto al
mundo artúrico y reelaboran muchos de los sentidos de la obra.
[14] Thomas, Tristan et Iseut,
en: Les Tristan en vers: Tristan de Béroul, Tristan de Thomas; Folie Tristan
de Berna; Folie Tristan de Oxford; Chèvrefuille de Marie de France. Edition
nouvelle comprenant texte, traduction, notas critiques, bibliographie et notes
par Jean Charles Payen, Garnier Frères, Paris, 1974, pp. 211 y 328.
[17] Y aquí debe apuntarse, como
ya lo hice arriba, que esta característica en el propio Chrétien es
prácticamente exclusiva de Le chevalier à la Charrete y que muy
posiblemente se deba al influjo ejercido en él ─y en Andrés el Capellán─ por la moda amatoria de la
corte de Marie de Champagne, quien declaraba enfáticamente que el amor entre
cónyuges era imposible y que era necesaria la inseguridad del amante ante la
amada para el buen funcionamiento de una relación.
[21] La Folie Tristan de
Oxford, considerada desde siempre como uno de los más refinados textos de la
"versión cortés", narra con detalle no sólo el disfraz de Tristán
sino las humillaciones que soporta para entrar en la corte y las alusiones, en
ocasiones lindantes con lo soez, a la relación que mantiene con la esposa del
rey Marc.
[22] Podría yo referir tan sólo
que se revisaran los complicados razonamientos de amor que plantea Tristán
cuando su matrimonio con Iseo de las Blancas Manos o a la actitud de Iseo
cuando arranca el cascabel de Petit-creui para que nada distraiga su pena de
amor. Cf. Thomas, op. cit., pp. 178-181 y G. von Strassburg, op. cit.,
pp. 311-312.
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